Las Vírgenes Vestales
eran un conjunto de sacerdotisas escogidas muy jóvenes de entre las
niñas más perfectas de la ciudad. La
edad requerida a la hora de ser seleccionadas, oscilaba entre los seis y diez
años.
Cuando una candidata a vestal era seleccionada, era
separada de su familia, conducida al templo donde le eran cortados los
cabellos, y donde era suspendida de un árbol, a fin de dejar claro que ya no
dependía de su familia.
El servicio como
vestal duraba treinta años, diez de los cuales estaban dedicados al
aprendizaje, diez al servicio propiamente dicho donde cuidaban del fuego
sagrado y llevaban a cabo otros rituales relacionados con la vida doméstica; entre ellos, estaban el ritual de
barrer el templo, dentro de las celebraciones en honor a la Diosa Vesta y que
se celebraban entre los días 7 y 15 de junio, además de la preparación de
comidas para dichas fiestas. Por analogía, también cuidaban de la vida y el
alma de la ciudad y del cuerpo político a través del fuego sagrado de Vesta; y
los últimos diez los dedicaban a la instrucción de nuevas vestales.
Transcurridos estos años, podían casarse si querían, aunque casi siempre lo que
ocurría es que las vestales retiradas decidían permanecer célibes en el templo.
Además de tener todos los privilegios y honores por todas
partes, las Vírgenes Vestales podían testar aún viviendo sus padres. Incluso
disponer de lo suyo sin necesidad de tutor quien en casos normales era quien
tenía toda la potestad para gestionar todos sus bienes. O curador; la
intervención sobre los bienes de la Vestal de éste último, sólo estaba limitada
a ciertos aspectos de la gestión de su patrimonio.
Entre los privilegios de las vestales, también estaba el
de absolver a un condenado a muerte que encontraran cuando éste era conducido
al cadalso, siempre y cuando se demostrase que el encuentro había sido casual.
El perder la virginidad era considerado una falta peor incluso que el permitir
que se apagase el fuego sagrado. El castigo era la muerte, y a su compañero se
le conducía al suplicio…
Entre las vestales existía la Vestalis Maxima o Vestalium
Maxima, también conocida como Suma Vestal, y era la encargada de supervisar las
tareas a las vestales y era estaba presente en el Colegio de Pontífices.
La residencia donde vivían las sacerdotisas vestales en
Roma, era un opulento e impresionante palacio de tres plantas con 84
habitaciones, la cual estaba detrás del Templo de Vesta (el mismo que albergaba
el fuego sagrado), el Atrium Vestiae (palacio de las vestales) era un edificio
ubicado a los pies del Monte Palatino.
Su vestimenta
principal consistía de una ínfula, un sufíbulo y una palla. La ínfula era una
especie de venda, que era usada por sacerdotes y otras figuras religiosas en
Roma; la de las vestales era de lana blanca. El sufíbulo era un velo blanco de
lana que era utilizado durante rituales
y sacrificios. Generalmente, debajo tenían cintas de lana de color rojo y
blanco, que simbolizaban, la primera, el compromiso de las vestales para
mantener el fuego de Vesta y la segunda, su voto de pureza. La palla era un
simple chal, largo, típico de la vestimenta de las mujeres romanas que se
recogía con un alfiler sobre el hombro izquierdo.
El fuego sagrado de Vesta, quien en la mitología romana
era la diosa de la tierra, del fuego y del humo, era central en la piedad
romana. Durante siglos hubo una llama eterna que ardía en el Templo de Vesta en
el Foro romano.
El fuego en el templo de Vesta, que era representada ella
misma como una llama viva, era por tanto el fuego del hogar de la ciudad. Como
la extinción del fuego del hogar era una desgracia para una familia, de la
misma manera la extinción de la llama de Vesta se pensaba que traía consigo un
desastre nacional para Roma, lo que explica el severo castigo (normalmente la
muerte) de las vestales que permitieran que el fuego se apagase.
Entre estas legendarias sacerdotisas vestales, una de las
más conocidas fue Rea Silvia, madre mítica de los fundadores de Roma, Rómulo y
Remo… También lo fue Occia, quien presidió la orden durante 57 años. Y Coella
Concordia por ser la última Vestalis Maxima.
Los ritos de Vesta acabaron en el año 394 cuando la Llama
Sagrada fue apagada por iniciativa de Teodosio I después de ganar la Batalla
del Frígido derrotando a Eugenio y Arbogastes. El cual, una vez apagado el
fuego, dio la orden para que las vírgenes vestales fueran expulsadas del
templo.