miércoles, 21 de diciembre de 2011

SALIDA AL MAR PARA BOLIVIA.....




NO CREEMOS QUE SEA OPORTUNO PEDIR SALIDA AL MAR.

LATINOAMERICA YA TIENE SUS LIMITES BIEN DEFINIDOS, SOLO FALTA TERMINAR EL ASUNTO ENTRE CHILE Y PERU Y PUNTO FINAL A PROBLEMAS LIMITROFES.

BOLIVIA PUEDE SALIR AL MAR POR CARRETERA, A UN PUERTITO QUE EL PERU, LE HA OFRECIDO HASTA EL CANSANCIO.

¿PARA QUE HACER PROBLEMAS , LUEGO DE TANTOS AÑOS?




UNA OPINION DISTINTA........




Una de las acepciones recogidas en el diccionario de la Real Academia Española (RAE) del término mediterráneo es la que sigue: "que está rodeado de tierra o en el interior de un territorio". Dentro del extenso continente americano tan sólo dos países, Bolivia y Paraguay, comparten este desencuentro marítimo.












La ausencia de mares y océanos que bañen sus tierras ha lastrado sobremanera las expectativas de ambas naciones, principalmente las económicas. Además, en el caso boliviano esta mediterraneidad incide reciamente en el imaginario colectivo como una auténtica losa tras la que se esconden demasiados años de injusticias e insolidaridades regionales para con sus aspiraciones marinas.

Pero, esto no fue siempre así. En el pasado Bolivia miraba de frente al mar. El actual status geográfico de esta nación tiene su origen en la denominada Guerra del Pacífico (1879-1883) que enfrentó a Chile, Bolivia y Perú -esta última intervino como aliada de Bolivia- por el control de las minas de Salitre.
















Una parte importante de la economía chilena se sustentaba en la explotación de las minas de sal existentes en el desierto de Atacama, bajo soberanía boliviana, y el extremo sur de Perú. Cuando Bolivia impuso un gravamen de 10 centavos por quintal de salitre exportado, Chile invadió las fronteras de esta alegando que violaba el contrato firmado en 1874 en el que los bolivianos se comprometieron a no aumentar las cargas impositivas sobre este producto durante un periodo de 25 años, por tanto hasta 1899. La contienda se extendió a lo largo de cuatro años, culminando con victoria chilena.

En 1884, las relaciones entre ambas naciones quedaron restablecidas por el denominado Pacto de Tregua, que fijó un régimen temporal a la espera de una paz definitiva.




















El Tratado de Paz, Amistad y Comercio se celebró en 1904 y supuso el enclaustramiento de Bolivia, ya que perdió el denominado Departamento del Litoral -también conocido como Litoral boliviano- que se extendía por la costa del desierto de Atacama y que en la actualidad integra parte de la provincia chilena de Antofagasta; mientras que Chile extendió su soberanía hasta la frontera sur de Perú. Asimismo, como contraprestación, este convenio reservaba a Bolivia un amplio y libre derecho, a perpetuidad, de tránsito comercial por tierras y puertos chilenos.
















Un último tratado celebrado en 1929 entre Chile y Perú dificultaría aún más las aspiraciones bolivianas de recuperar lo perdido, ya que en el artículo 1º del mismo se disponía que los gobiernos firmantes no podían, sin previo acuerdo entre ellos, ceder a una tercera potencia (Bolivia) la totalidad o parte de los territorios que quedaban bajo sus respectivas soberanías.

A lo largo de la brumosa travesía recorrida numerosas exhortaciones bolivianas se han alzado para recuperar aquello de lo que fue despojado; algunos intentos para concretar sus reivindicaciones y, finalmente, desencuentros y más desencuentros que imposibilitaron llegar a buen puerto.
















En 1975 los presidentes Hugo Banzer y Augusto Pinochet firmaron el Acuerdo de Charaña. El General chileno propuso a su homólogo boliviano la cesión de la franja costera situada al norte de Arica junto a un corredor terrestre con plena soberanía que permitiese conectar Bolivia con este nuevo reducto costanero, a cambio la nación altiplánica cedería a Chile una porción de idénticas dimensiones en las proximidades del Salar de Ayuni.
















Esta voluntad no llegó a materializarse por la oposición de Perú que para dar su aprobación al canje exigió que el litoral no fuese exclusivamente boliviano sino trinacional, propuesta que fue rechazada de inmediato tanto por La Paz como por Santiago. Los años sucesivos estuvieron marcados por continuas diferencias entre Bolivia y Chile, lo que propició el fin de sus relaciones diplomáticas en 1978 -situación que se prolonga hasta la actualidad ya que entre ambas sólo existen relaciones a nivel consular-.
















En 1987 el canciller boliviano Guillermo Bedregal presentó una nueva sugerencia para quebrar la reclusión de su país consistente en el establecimiento de un corredor al norte de Arica. Nuevamente, la proposición cayó en saco roto al no encontrar una respuesta positiva por parte de Chile. La endémica falta de entendimiento con Chile llevó a Bolivia barajar nuevas vías para concretar sus aspiraciones marítimas.

En los años noventa, el presidente boliviano Jaime Paz Zamora y su par peruano Alberto Fujimori firmaron un nuevo trato por el cual Perú cedía 5 kilómetros de costa y una extensión territorial de 163,5 ha (1,635 km²), llamada Boliviamar, por un periodo de 99 años renovables, desde 1992.
















Finalizado ese periodo toda construcción efectuada y el espacio cedido pasaría nuevamente a Perú. De igual modo, se contemplaba el uso de una zona franca del puerto de llo por parte de Bolivia para su administración y funcionamiento. Un compromiso que, nuevamente, no llegó a cristalizar en su momento.
















En los primero años del presente milenio, con motivo de la construcción del gaseoducto desde Tarija al Pacífico, se produjeron nuevos acercamientos entre el presidente chileno Ricardo Lagos y el boliviano Jorge Quiroga. Pese a las buenas intenciones de unos u otros el resultado sería similar al de tentativas anteriores, ninguno.












Por último, cabe destacar la iniciativa surgida en el año 2009, durante el Gobierno de Michelle Bachelet, de proporcionar la tan anhelada salida al mar a Bolivia mediante la construcción de un túnel subterráneo de 150 kilómetros de extensión que desembocaría en una isla artificial en el Pacífico y comenzaría en la localidad andina de Charaña.








Un proyecto megalómano que no iría más allá de las palabras. A todas estas acciones infructuosas hay que sumar la resistencia ofrecida por la región de Arica. En mayo de 2006 la municipalidad ariqueña efectuó una consulta en la que el 93,5% de los requeridos se manifestó en contra de auspiciar la presencia de Bolivia en esa zona, mientras que apenas un 6,5% se expresó a favor.

Y en el presente, Bolivia persiste en su empeño. Para ello intenta buscar una solución desde el ámbito multilateral. Prueba de ello es que en la 41 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), celebrada en la capital salvadoreña del 5 al 7 de junio de este mismo año, confirmó su intención de acudir a los tribunales internacionales, para solucionar su contencioso marítimo con Chile. Asimismo, el país altiplánico instó a Chile al diálogo y a negociar en el marco de la OEA. Por su parte, Chile es contrario a la cesión de soberanía de territorio chileno para Bolivia y considera que el conflicto existente es una cuestión estrictamente bilateral y que no se puede conversar un tema y judicializarlo al mismo tiempo. Además, no cree estar interfiriendo en el desarrollo y crecimiento de Bolivia al negarle unos kilómetros de costa. Para ello alegan que desde 1904, a raíz del tratado firmado, Bolivia tiene acceso libre de impuestos al norteño puerto chileno de Arica, para lo cual Chile construyó una línea férrea que une esta localidad con La Paz.

Pese a todo esto, Chile manifiesta estar dispuesta a conceder salida al mar a Bolivia -a través de sus puertos- pero con ciertas restricciones sobre la soberanía de los mismos. Mientras tanto, Perú mira con cierto recelo y desconcierto las posibles conversaciones que puedan establecerse entre Santiago y La Paz, ya que el reclamo boliviano no es del todo afín a los intereses peruanos. Esta reticencia se fundamenta principalmente en dos motivos: el primero de ellos es que la delimitación marítima entre Perú y Chile aún no está resuelta, con lo que no es conveniente que un tercer país (Bolivia) se asome a ese litoral aún en litigio. El segundo de los motivos esgrimidos es que las localidades peruanas de Tacna y Arica, zona en la que Bolivia tiene puesta su mira, forman parte de una misma unidad económica de desarrollo e integración que podría ser desmembrada por este ansiado corredor boliviano. Además, la reaparición de Bolivia en esta franja supondría eliminar la vecindad con Chile, frontera que aunque problemática a Perú le interesa mantener. Pese a estas reticencias, el octubre de 2010 el presidente de Perú, Alán García, y el mandatario boliviano, Evo Morales, ratificaron el pacto suscrito en 1992 -conocido como Boliviamar- que hasta la fecha no se había aplicado debido a las tensas relaciones entre Lima y La Paz en los últimos tiempos y que permite concretar, en parte, las aspiraciones bolivianas.

Esta es, por ahora, sólo una forma de mirar de reojo al mar, ya que esta nación no desiste en su reclamación soberanista de estar presente en el Pacífico. Por ello, pese a las numerosas tentativas ahogadas en el desencuentro y a llevar demasiados años encadenada a la tierra para Bolivia su mediterraneidad es aún una espina en el costado, además de una cuestión irrenunciable.

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