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lunes, 26 de febrero de 2018

PEKIN VENCE LA CONTAMINACION

Pekín logra lo imposible: ganar la batalla contra la contaminación

Desde 2013 más de 2.000 fábricas han cerrado, se han clausurado plantas alimentadas por carbón y dos millones de vehículos han sido retirados. El plan, aún con reservas, parece estar funcionando

Foto: Mujeres con mascarillas para protegerse de la contaminación hacen ejercicio en Pekín, China. (Reuters)
Mujeres con mascarillas para protegerse de la contaminación hacen ejercicio en Pekín, China. (Reuters)
Pekín ha logrado lo que hace solo cinco años parecía imposible. La capital de China ha reducido su nivel de contaminación por debajo del objetivo marcado por el Gobierno en 2013, el año en que las imágenes de la metrópolis china devorada por una niebla tóxica dieron la vuelta al mundo.
“Lo primero que hago cada mañana es abrir la cortina e intentar ver el cielo, luego miro en el móvil los niveles de contaminación para ver qué puedo hacer ese día. Es una rutina más, como desayunar o ir a la oficina; aprendes a vivir con ello”. Li Tao lleva viviendo diez años en Tongzhou, uno de los barrios periféricos de Pekín y, según cuenta, la polución del aire, que ha llevado a la capital china a aparecer de forma habitual en los listados de ciudades más contaminadas del mundo, ha condicionado las vidas de sus cerca de 22 millones de habitantes.
“Pensamos en marcharnos cuando me quedé embarazada, pero mi marido no podía dejar su trabajo y al final decidimos aguantar. Organizábamos las salidas con nuestra hija en función de los niveles de contaminación. Si estos eran moderados o peligrosos nos quedábamos en casa y siempre que salíamos lo hacíamos con mascarillas”, asegura Li.

Respirar puede matar

Los niveles a los que se refiere Li y que hoy son actualizados de manera regular por las autoridades chinas y la embajada estadounidense en el país, son los de las partículas de menos de 2,5 micras o PM 2,5, unas cien veces más finas que un cabello humano y con efectos perjudiciales para la salud. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los niveles adecuados de estas partículas están por debajo de 10 y hasta un nivel de 25 se considera que no existe riesgo para la salud de una persona sin patologías previas.
Mejorar desde la situación actual será “enormemente complicado”. El aire de Pekín sigue duplicando el máximo recomendado por la OMSPekín, junto a otras ciudades chinas del Norte del país, experimentó un deterioro paulatino en la calidad de su aire paralelo al desarrollo de su economía, empujada en gran medida por industrias altamente contaminantes como son la del carbón, el metal o el cemento.
El punto álgido de esta tendencia se vivió en 2013 con el llamado "airpocalypse" (unión de “aire” y “apocalipsis” en inglés). Hace ahora cinco años, los medidores de contaminación de la capital, preparados para señalar hasta el nivel 500, se dispararon hasta rozar el 800 y en otras ciudades, caso de Shenyang, en el Noreste del país, se alcanzaron concentraciones superiores a 1.200, una cifra que multiplicó en 120 veces la recomendada por la OMS.
“Aquel fue el peor invierno desde que yo trabajo aquí. Por mi consulta pasaban a diario decenas de niños con problemas respiratorios fruto de la contaminación”, comenta un doctor del servicio de Urgencias del Hospital de Chaoyang en Pekín.
Solo en aquel invierno de 2012 y 2013 se calcula que más de 800 millones de personas se vieron afectadas por la polución en un área, la del Norte y Noreste chino, que triplica a la de España. La alerta pública creada por aquellos meses de oscuridad llevó al Ejecutivo chino a lanzar un plan específico contra la contaminación del aire que tenía como objetivo principal reducir a menos de 60 los niveles de PM 2,5 en la capital en 2017 y llevar a cabo iniciativas similares en otras 27 ciudades.
Desde la presentación del plan en septiembre de 2013, más de 2.000 fábricas de cemento, muebles y fundiciones han cerrado; se han clausurado plantas generadoras de energía alimentadas por carbón y dos millones de vehículos contaminantes han sido retirados de las calles de la capital. El nivel medio de 58 en 2017 demuestra que el plan, aún con reservas, parece estar funcionando.

Primer objetivo conseguido

“Tanto las medidas gubernamentales tales como el cierre de fábricas o la prohibición de utilizar calefacciones de carbón en las casas como las condiciones meteorológicas favorables han ayudado a que se cumplan los objetivos del Gobierno, que marcaban una reducción del 15% anual durante el invierno. Sin embargo, aún hemos visto problemas cuando el tiempo es desfavorable, por lo que podemos afirmar que queda un largo camino por recorrer para resolver, de verdad, el problema de la contaminación”, asegura Lauri Myllyvirta, miembro del grupo por un aire limpio de Greenpeace.
A pesar del eco mediático que han tenido estos datos, desde el propio Ejecutivo pequinés hablan con cautela sobre los mismos y Chen Jining, alcalde en funciones de la ciudad, aseguró que seguir mejorando desde la situación actual será “enormemente complicado”. El aire de Pekín, aún con el éxito de las medidas, continúa duplicando el nivel máximo recomendado por la OMS y multiplicando en casi seis veces el nivel óptimo. Además, como explican desde Greenpeace, centrarse en estas partículas es lo más importante pero no lo único.
“Las partículas PM 2,5 son el mayor riesgo para la salud no solo en China, sino también en España y Europa, así que la reducción del 40% experimentada en los últimos cinco años hace que los riesgos también disminuyan. Sin embargo, esto no significa que el aire pequinés sea inocuo. El incremento en los niveles de ozono y dióxido de nitrógeno suponen también un riesgo y pueden ser incluso más perjudiciales para personas con asma u otros problemas respiratorios”, comenta Myllyvirta.
Ciudadanos en una día de alerta roja por contaminación en Shengfang, provincia de Hebei. (Reuters)
Ciudadanos en una día de alerta roja por contaminación en Shengfang, provincia de Hebei. (Reuters)

Llegar al fin sin importar los medios

A pesar de que los pequineses celebran el aumento en el número de días con cielos azules y las autoridades se congratulan de los avances logrados, el camino para llegar hasta aquí no ha estado exento de críticas. “Lo que se critica es que, al igual que pasó en 2008 con los Juegos Olímpicos, el Gobierno parece querer crear una ciudad idílica para los (Juegos de Invierno) de 2022. Se han llevado a cabo desahucios forzosos, se ha prohibido a barrios enteros que utilicen carbón para calentarse pero las alternativas prometidas no han llegado y todo ello en un año en el que las temperaturas son especialmente bajas”, comenta Ri Xue, residente en Pekín.
El Ejecutivo, por ahora, parece ajeno a estas críticas, y ha anunciado una inversión de 67.000 millones de yuanes (8.500 millones de euros) para 2018 con la que se continuará con el cierre de empresas contaminantes y se pondrá el foco, además, en la mejora de los recursos hidrológicos y en el tratamiento de basuras.

Mejorar sin perjudicar a la economía

Durante años, varias voces han defendido el “derecho” de países como India o China de contaminar para favorecer su desarrollo económico. Coincidiendo con el gran viraje que el Ejecutivo chino intenta dar a su economía para pasar de una basada en la exportación a una de consumo, el país ha hecho de su lucha contra la polución una aliada para implementar el cambio hacia una política económica que permita registrar crecimientos de mayor calidad y no solo centrados en el aumento del PIB.
“Las políticas económicas de los últimos dos años han favorecido el cierre de muchos centros de fabricación de industria pesada como el metal o el cemento. Calificar a China de economía verde sería exagerar, pero sí es cierto que el país y su Gobierno han visto el potencial de la alta tecnología y gran parte de los recursos van destinados a este campo en lugar de hacerlo únicamente a sectores que arrastran problemas financieros y que pertenecen a una época anterior. Centrarse en las nuevas tecnologías en lugar de en el metal o el cemento tendrá, sin duda, un impacto medioambiental muy positivo”, asegura Chang Longwei, economista.
Pekín quiere sacudirse el estigma de ciudad contaminada y los datos de 2017 apuntan a que va en la buena dirección. Sin embargo, mantener esta tendencia sin dañar a una economía amenazada por la crisis de deuda y la burbuja inmobiliaria se considera un reto difícil hasta para un país como China, que ha hecho de la lucha contra la contaminación una cuestión de Estado.