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jueves, 15 de marzo de 2018

EL ORO DE ATAHUALPA

 

 

 

El oro de Atahualpa

En 1553, Francisco Pizarro exigió un rescate a cambio de la vida del emperador Atahualpa. El soberano prometió llenar una habitación de oro, y cumplió su palabra. Quien no lo hizo fue Pizarro, que aun así lo mandó ejecutar. En venganza, los incas robaron el oro y al parecer lo arrojaron al lago Yanacocha, en la región de Llanganati, en los Andes. En 1700, el español Atanasio Guzmán fue en busca del oro, y aunque no lo encontró, hizo un mapa de la región. El original no se conserva, pero sí una copia que hizo el explorador inglés Richard Spruce y que está en el Museo de Historia Natural de Londres. El propio Spruce realizó una expedición para localizar el tesoro, pero no regresó.
Atatahualpa
(1500-1533)
Fue el último emperador de los incas. Los españoles le ejecutaron a garrote vil tras haberle acusado de fratricidio, ya que había mandado matar a su hermano Huáscar (que se había aliado con los conquistadores para hacerse con el trono), y convirtió incluso su cráneo en una vasija de oro para beber.

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¿Quien no ha soñado alguna vez con encontrar un tesoro escondido? Recientemente, un ciudadano polaco y otro alemán hicieron ese sueño realidad al localizar en Polonia los restos de un antiguo tren nazi que contenía una fortuna en lingotes de oro.
Pues bien. Aún quedan muchos tesoros por encontrar. Para quien desee lanzarse a la búsqueda de alguno, le mostramos en esta galería una selección de los más codiciados. Incluímos además los mapas que, supuestamente, señalan el emplazamiento de dichos tesoros. Es probable que la mayoría solo sean layendas y jamás hayan existido. Pero, ¿quien sabe? Si dichos tesoros realmente existen, permanecen intactos y ejercen una llamada que, cual canto de sirena (“venid a buscarme, venid a buscarme”...), lleva siglos retando a los más aventureros.